Cuando vivías en la castellana
usabas un perfume tan amargo
que mis manos sufrían al rozarte

y se me ahogaban de melancolía.

si íbamos a cenar, o si las gordas
daban alguna fiesta, tu perfume
lo echaba a perder todo.
no sé dónde
compraste aquel extracto de tragedia,
aquel ácido aroma de martirio.
lo que sé es que lo huelo todavía
cuando paseo por la castellana

muerto de amor, junto al antiguo hipódromo,
y me sigue matando su veneno.
cuando paseo por la castellana
aún me sigue matando su veneno.

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