Si estaba loco por ti,
me preguntaste un día,
si estaba loco por ti.
Maldita lengua la mía
cuando le dijo que sí
a quien no lo merecía.
Me puse a beber un día,
de la fuente del saber
me puse a beber un día.
Y sólo logré entender
que no hay filosofía
que pueda entender.
Nada tengo que envidiarte,
tampoco que agradecerte,
nada tengo que envidiarte.
Si me entero de tu muerte,
ya diré que en paz descanses,
y si vives, buena suerte.