Tenía veinte años, tenía una moto nueva.
Tenía una pasión; dos ruedas y un motor.


Tenía un destino que lo salvaba de la inexistencia.
Acelerado drogado era el terror motorizado.

Luchaba con una carretera hecha de puro tiempo.
Tenía un pie en la tierra y otro en el infierno.

Su cara era una máscara llena de miles de años.
Al verlo nadie dudaba en declararlo loco.

Tenía un destino que lo salvaba de la inexistencia.
Acelerando drogado era el terror motorizado.

Despertó a un sueño sin fondo, de vida vegetas.
Soñaba con su pasión, dos ruedas y un motor.

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