Cuando al atardecer,
los áºltimos rayos del Sol
jugueteaban a esconder
las luces y el color
del bosque del perder,
Algo se empieza a mover,
algo a lo lejos se ve.
La lluvia hacáa del mar un rumor
y el dios de las sombras se instalaba.
La reina de la noche acudió,
su majestad La Luna, bien acompaá±ada,
y una procesión de almas en pena.
Portadores de luz.
Rosas en un ataáºd.
Al frente dicen ver
a un vivo con una Cruz,
pues necesitan de él
para llevar la muerte
a quien les pueda ver.
No abras a nadie mujer,
no hasta el amanecer.
Si los oyes llegar,
y tu alma quieres salvar,
un orá¡culo has de dibujar,
métete en él, reza,
y no escuches su voz.
La muerte te hará¡ creer
que soy yo, "Cielo, á¡breme".